El compromiso social de bibliotecarios y documentalistas
En el mismo momento en el que entras a formar parte del mundo de la gestión de la información adquieres un compromiso. Puedes ser o no consciente de ello, pero sobre todo si estás al frente de un servicio público no puedes mantenerte ajeno a la sociedad a la que sirves y a sus problemas.
El desempleo, la inmigración, la brecha digital, el fracaso escolar, o el envejecimiento de la población, son problemas con los que, quién está al frente de una biblioteca (especialmente pública), se encuentra todos los días, pero por encima de todo, son problemas a los que hay que dar respuesta más allá de la perfecta organización de nuestro fondo documental.
La vocación de servicio y la promoción del libre acceso a la información de forma igualitaria son nuestra bandera, y en el actual tiempo de crisis que estamos viviendo estas máximas son más importantes que nunca, siendo hoy nuestra actuación mucho más relevante que en toda la historia de nuestra profesión.
La preocupación por el compromiso y la responsabilidad social en la profesión tiene su origen en los años sesenta dentro del ámbito anglosajón y más concretamente en los Estados Unidos cuando un grupo de bibliotecarios se unieron para tratar de cambiar la American Library Asociation (ALA) promoviendo un debate interno sobre el papel de los bibliotecarios basándose en un concepto de responsabilidad social como producto de la agitación social, política y cultural contemporánea.
Esos profesionales denunciaban que, bajo el paraguas de la neutralidad y el desarrollo imparcial de las colecciones, se escondían aspectos de censura, demostrando que se excluían sistemáticamente determinadas publicaciones, cuestionando también los sistemas de clasificación que criminalizaban conductas y condiciones como por ejemplo la homosexualidad.
Su actividad forzó la creación en 1969 de la Round Table on Social Responsibilities of Libraries que hoy día sigue en activo con el objetivo de intentar hacer más democrática a la propia ALA y a toda la profesión, considerando fundamental el análisis y la resolución de problemas y desigualdades sociales trabajando por el bien común y alentando la democracia.
Por su parte, la IFLA cuenta desde 1997 con un grupo de trabajo propio sobre responsabilidad social. Se trata del IFLA Social Responsabilities Discussion Group (SRDG). Su principal objetivo es luchar contra la brecha creciente entre los estratos sociales más pobres y los más ricos, en cuanto a acceso a la información se refiere. Este fin, se materializa en una serie de acciones entre las que se encuentran el desarrollo de bibliotecas rurales, la alfabetización, la cooperación bibliotecaria o la lucha contra la brecha digital.
En estos tiempos, la red supone un vehículo de primera magnitud para la revitalización de las ideas que fundamentan el compromiso social y la biblioteconomía, existiendo numerosas organizaciones y asociaciones que tienen por objetivo la materialización de algunas de las máximas del compromiso social en bibliotecas. Algunos ejemplos con el Book Aid International que pone libros al alcance de los lectores más desfavorecidos del mundo, Bibliotecarios por la Paz que lucha contra la militarización y la guerra, o Librarians without borders que según su lema “ponen la información en las manos del mundo”.
Más allá de conocer los orígenes y los proyectos existentes cada uno debe encontrar la forma de establecer un compromiso activo con su entorno a partir del desarrollo profesional cotidiano. Puede parecer complejo si se piensa en todo lo que el concepto de responsabilidad social llega a incluir en el ámbito de la Biblioteconomía y la Documentación: desde cuestiones generales como la preservación cultural, la ética profesional, la libertad de expresión o el derecho a la información hasta aspectos concretos reflejo de los anteriores como pueden ser la alfabetización, la lucha contra la censura informacional, la promoción del software libre, la defensa de los derechos de los trabajadores del sector o incluso la sostenibilidad medioambiental.
Ésta amplitud, que podría resultar abrumadora y difusa si no fuera porque tienen un fin común de contribución social, nos ofrece la posibilidad de elegir entre múltiples opciones a las que dedicarnos dependiendo de cuál sea nuestra labor profesional.
La forma de realizarlo puede ser individual (con o sin difusión pública) o colectiva, mediante la participación en entidades sin ánimo de lucro o asociaciones que promuevan la formación, difusión y defensa de sus valores y prácticas.
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